viernes, 12 de agosto de 2011

MI AMIGO: EL MIEDO


     Nos han acostumbrado a ocultar ciertas emociones, las negativas, porque sentirlas diría algo malo de nosotros; si tenemos MIEDO somos unos cobardes. ¿Quien quiere ser cobarde? Nadie, pero yo si quiero sentir miedo porque el Miedo me va a alertar, me va a hacer reaccionar con gran rapidez si estoy en peligro. Por ello, el miedo es una emoción amiga. Me protege y me cuida; el miedo no me hace ser cobarde, me hace sentirme valiente porque me ayuda a estar en contacto con la realidad.

     Su función es protectora, hace que yo me cuide;
como tengo miedo a enfermar cuido de mi salud... En lo emocional, la función protectora, es más complicada porque cuando tenemos miedo a sentir rabia, miedo a que nos rechacen, miedo a amar,...en lugar de reconocerlo, lo negamos: esto si es ser cobarde. Creemos de esta manera que nos protegemos, pero en realidad lo que nos estamos provocando es más dolor y sufrimiento. Estamos alterando su cometido y al mismo tiempo también estamos alterando la verdadera función de las otras emociones por no querer sentirlas. Pasamos de tener un amigo a tener un enemigo, nos desvinculamos de la realidad huyendo, atacando o quedándonos paralizados. Si el miedo es nuestro enemigo, su función ya no es protectora sino que es destructiva; rechazamos y en lugar de protegernos de lo que no queremos que ocurra, lo atraemos y ocurre; por ejemplo, si tenemos miedo a fracasar el miedo enemigo nos boicotea y no conseguimos éxito, si tenemos miedo a la soledad nos aislamos de los demás y me quedo solo...

     Aceptemos el Miedo como amigo, demosle su lugar, convivamos con él y dejemos que cumpla con su trabajo. Haz del miedo un buen amigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nuestro mayor miedo no es que no encajemos, nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada, es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que mas nos asusta, empequeñecerse no ayuda al mundo, no hay nada inteligente en encojerse para que otros que estan a tu alrededor no se sientan seguros.
Todos deberíamos brillar como lo hacen los niños, no es cosa de unos pocos, sino de todos y al dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente, damos permiso a otros para hacer lo mismo, al liberarnos de nuestros miedos, automáticamente liberamos a otros.